nota tomada de Nacion.com
Costa Rica busca que las esferas de piedra precolombinas que forman parte de los sitios arqueológicos en el Pacífico sur ingresen a la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Es es el principal objetivo de un proyecto gestado por el Museo Nacional y que contempló en su primera fase la visita, esta semana, de una delegación de nueve especialistas en diversas disciplinas a varios sitios arqueológicos ubicados en el cantón de Osa, en Puntarenas.El propósito de la visita fue valorar el potencial patrimonial de estos tesoros precolombinos y elaborar una serie de recomendaciones que los expertos costarricenses podrán utilizar como insumo para formular un expediente de candidatura.
La jefa de la Unidad de América Latina del Centro del Patrimonio Mundial de la Unesco, Nuria Sanz, fue quien encabezó la delegación, en la que participaron especialistas en arqueología, antropología, geología, ciencias del medio ambiente y cultura.
Los expertos internacionales realizaron el martes un recorrido por los sitios arqueológicos Finca 6 y Finca 4, ubicados en Palmar Sur de Osa, en donde se halla la mayor concentración de esferas de piedra y, además, se pueden apreciar como parte de un conjunto arqueológico mayor.
Las denominaciones Finca 6 y Finca 4 provienen de las antiguas divisiones que tenían las grandes extensiones de terreno en las que operaron las compañías bananeras a principios del siglo XX.
Legado ancestral. Los especialistas costarricenses consideran que los sitios arqueológicos con esferas de piedra del Pacífico Sur reúnen suficientes méritos como para ingresar a la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.
“Tienen la característica de la unicidad, es decir, no existen otros sitios en donde las esculturas esféricas sean predominantes y estén representadas en términos de diversidad de tamaño, de número y de asociación con contexto arqueológico”, explicó el arqueólogo del Museo Nacional Francisco Corrales, coordinador técnico del proyecto.
Corrales destacó como otra de las particularidades la integridad: “A pesar del huaquerismo y las labores agrícolas que se han realizado en la zona durante décadas, el conjunto arqueológico se mantiene íntegro, pues hay una cubierta de sedimento de río que los protege”, manifestó Corrales.
La arqueóloga costarricense Ifigenia Quintanilla ha dedicado 20 años a la investigación de las esferas y sostiene que estas esculturas se deben valorar como elementos dentro de un conjunto arqueológico mayor, que revela mucha información sobre nuestros antepasados precolombinos.
“Finca 6 es el único sitio en donde se pueden observar las esferas con su alineación original y dentro del contexto de que son parte. Aquí se observan vestigios de lo que fueron complejos habitacionales de personajes de alto rango, y las esferas eran símbolo de poder”, comentó Quintanilla.
Varios de los expertos coincidieron en que es necesario continuar las investigaciones e impulsar la conservación de estos sitios, pues su aporte a la historia de la cultura universal es indiscutible.
La arqueóloga Ann Cyphers, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Autónoma de México y especialista en la cultura olmeca, coincide en que las esferas precolombinas de Costa Rica son únicas.
“Se han hallado esferas en algunas partes de Mesoamérica, pero no con estas características. Por ejemplo, en San Lorenzo, una capital olmeca en la costa sur del golfo de México, se halló una, pero, al estar fuera de contexto, sigue siendo un misterio”, afirmó.
La arqueóloga Helaine Silverman, miembro de Icomos Internacional y quien ha desarrollado importantes investigaciones arqueológicas en la costa sur de Perú , destacó el simbolismo de las esferas.
“Según entiendo, las esferas fueron elementos que los indígenas precolombinos de Costa Rica utilizaron para marcar espacios sociales y espacios sagrados, y esa es precisamente la función que cumplen las líneas de Nazca. Hay una similitud en propósito, aunque no en forma”, agregó Silverman.
