agosto 26, 2008

Cayo Mario, parte I

(tomado y editado de Wikipedia.com)
Cayo Mario fue un político y militar romano, llamado tercer fundador de Roma por sus éxitos militares. Fue elegido cónsul siete veces a lo largo de su vida, algo sin precedentes en la historia de Roma. También se destacó por las reformas que impuso en los ejércitos romanos, autorizando el reclutamiento de ciudadanos sin tierras y reorganizando la estructura de las legiones, a las que dividió en cohortes.

Mario nació en Arpino, al sur del Lacio, alrededor del 157 a.C. en el seno de una familia acomodada. La ciudad había sido conquistada por Roma a finales del siglo IV a.C., y se le concedió la ciudadanía romana sin derecho de voto. Sólo en el año 188 a.C. la ciudad consiguió la ciudadanía romana plena.

Desde muy joven ejerció de tribuno militar en Numancia donde despertó el interés de Escipión Emiliano, quien le animó a emprender la carrera pública a pesar de su situación (hombre nuevo, nombre que recibían los ciudadanos romanos sin ascendientes dentro de las principales familias). En esta etapa, Mario se presentó a las elecciones de Tribuno militar. Según Salustio, a pesar de que era un desconocido para los electores, las tribus lo votaron por sus méritos militares.

La familia de Mario era cliente de los Cecilios Metelos, y el joven contó con el apoyo de Quinto Cecilio Metelo el Numídico para alcanzar ganar las elecciones para Tribuno de la plebe (120 a.C.). Mario ingresó asimismo en el senado, dado que todas las personas que hubiesen ocupado dicho cargo tenían derecho a entrar en esta asamblea.

Durante su tribunado, Mario iba a manifestar ya los rasgos contradictorios que marcarán su acción política. En efecto, mientras se indisponía con la nobilitas y con su propio protector, como consecuencia de una propuesta de lex tabellaria, que dificultaba la presión coercitiva de la oligarquía en la mecánica de las votaciones, se ganaba la animosidad popular al oponerse a una populista lex frumentaria, que pretendía ampliar los repartos de trigo a la plebs urbana (y con ellos la corrupción y la compra de votos). Se desconoce si en ambos casos Mario actuaba en interés del orden ecuestre y/o de los suyos propios.

En cualquier caso su carrera política sufrió una paralización transitoria, presentándose y perdiendo las elecciones para edil curul y edil plebeyo. Esta derrota electoral fue, al menos en parte, debida a la enemistad de la familia Metelo. En principio parecería que su modesto origen no parecía predestinarle para las altas magistraturas, pero en el 116 a.C., fue nombrado pretor, en circunstancias, al parecer, tan dudosas que le acarrearon un juicio de ambitu, acusado de sobornar a los votantes. Ganó por muy poco el juicio subsiguiente y consiguió el puesto de pretor en Roma.

Tras pasar su año como pretor en Roma, en 114 a.C., Mario fue enviado a gobernar la Hispania Ulterior en calidad de propretor. Al parecer tomó parte en algún enfrentamiento militar menor, pero no recibió ningún triunfo a su vuelta. Dado que en esta época era habitual que el puesto de gobernador en Hispania durase 2 años, es probable que se le reemplazase en el año 113 a.C. En el año 110 a.C. se casa con Julia Maior, tía de Julio César, cuya cuna patricia e influencia favorecían su aspiración al puesto de cónsul.

Si bien parece que tras acceder al tribunado de la plebe hubo una ruptura entre Mario y Metelo, dicha ruptura no fue del todo permanente, puesto que en el año 109 a.C. Metelo le tomó como legado en la campaña militar contra el rey Yugurta. No se sabe en qué circunstancias el clan Metelo se reconcilió con Mario, ni si se trataba de un perdón sincero u obligado por las circunstancias; en todo caso, Mario, tras un año de propretura en la Hispania Ulterior, fue incorporado como lugarteniente al ejército africano de Metelo en su campaña contra el númida Yugurta. Con ello Metelo buscaba probablemente la gran experiencia de Mario como militar, mientras que Mario pretendía fortalecer su carrera política para acceder al consulado.

En el año 108 a.C. Mario pidió permiso a Metelo para dejar su puesto de legado e ir a Roma para optar a las elecciones para el consulado. Metelo no le dio el permiso, y le ofreció reconsiderarlo y optar a dicho puesto con su hijo, que en ese momento tenía 20 años (lo cual supone que no accedería al cargo hasta después de otros 20). Ante esta situación (pues necesitaba el permiso para abandonar su puesto), Mario pasó el verano congraciándose con las tropas, mediante la relajación de la disciplina, así como con los comerciantes italianos, sugiriendo que de estar él al mando podría lograr una victoria fácil y rápida en Numidia contra Yugurta. Ambos grupos escribieron a Roma, hablando muy bien de él y criticando las tácticas de Metelo, que basaba su estrategia en una lenta guerra de desgaste. Tras esto Metelo decidió ceder y dejarle ir, ante el perjuicio que le causaría seguir manteniéndole como subordinado.

Mario volvió a Roma y se presentó al consulado, siendo elegido en el año 107 a.C. No es de extrañar su elección teniendo en cuenta que recientemente los ciudadanos habían presenciado varias debacles militares provocadas por la incompetencia de ciertos miembros de la aristocracia, así como varias acusaciones de corrupción. Mario se presentaba como una alternativa: el virtuoso hombre nuevo, que con tanto trabajo había llegado hasta donde estaba.

El Senado, por su parte, decidió que entre las provincias consulares a repartir entre los cónsules de ese año no estaría Numidia y la guerra contra Yugurta, y prorrogó a Metelo en el mando. Mario se defendió utilizando una técnica para desviar la decisión a la Asamblea de Ciudadanos, en lugar del Senado, dado que ahí contaba con mucho más apoyo. Esta técnica ya se había usado en el 131 a.C., cuando un tribuno había presentado una ley para autorizar a la Asamblea a elegir un comandante (al parecer también existía un precedente de la Segunda Guerra Púnica). Mario presentó una ley similar, y las asambleas le votaron como comandante tras esta elección especial. Metelo, por su parte, tuvo que volver, pero el Senado le concedió en contraprestación el título de Numídico (conquistador de Numidia).
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