Cuando Hotta Haga No Kami Masamori era paje del Shogun, era tan obstinado que este último decidió someterlo a prueba. Para hacerlo, hizo calentar a blanco un par de sandalias y las colocó sobre un brasero. Masamori tenía por costumbre coger las sandalias colocadas al lado del brasero para ir a recibir a su Señor. Esta vez, en cuanto tocó las sandalias notó la quemadura en las manos. Pero actuó de la manera acostumbrada, así que el Shogun se las quitó rápidamente de las manos.
Uno de los Samurai de Matsudaira Sagami No Kami estaba en una pensión en Kyoto para recoger dinero. Un día que estaba en el portal viendo pasar a la gente, oyó a un transeúnte gritar: "Se dice que los hombres del Señor Matsudaira están enzarzados en un combate."
El samurai se dijo: "Es muy lamentable que mis compañeros estén implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que estaban de servicio en Edo."
El samurai se dijo: "Es muy lamentable que mis compañeros estén implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que estaban de servicio en Edo."
Se informó sobre el lugar del combate y cuando llegó jadeante, sus compañeros habían sido heridos ya por sus adversarios, que estaban a punto de darles el golpe de gracia. Acompañando su ataque de un grito, golpeó a dos hombres y regresó a Kyoto. Este asunto llegó a oídos del oficial del Shogun que mandó llamar al Samurai para preguntarle: "Habéis ayudado a vuestros compañeros, desobedeciendo con ello al edicto del Gobierno. ¿Cómo es eso?"
Él contestó: "Vengo de la provincia y me es difícil entender lo que Su Señoría me dice. ¿Podría volver a repetirlo?"
El oficial enfureció y dijo: "¿Está usted sordo? ¿Habéis estado implicado en una pelea, derramado sangre y desobedecido el decreto gubernativo, quebrantando las leyes, sí o no?"
El hombre contestó: "Ya había comprendido todo esto. Aunque lo afirméis, yo no he desobedecido voluntariamente a las leyes y no he tenido intención de desobedecer al gobierno. La razón de ello es que todo ser viviente concede a la vida cierto precio y desde luego lo mismo ocurre con los seres humanos. Por mi parte, doy un gran valor a la vida humana. Pero he oído que mis compañeros estaban en peligro y hacer ver que uno no se ha enterado de nada no es digno de la Vía del Samurai. Por ello he corrido para socorrer a mis compañeros. Volver a mi casa, la vergüenza en el corazón, sabiendo que mis amigos han sido asesinados, habría prolongado desde luego mi vida, pero era desobedecer a la Vía. Para seguir la Vía, uno debe sacrificar su preciosa vida. Es debido a esto, a respetar a la Vía y no por despreciar el reglamento, que decidí ir allí. Os ruego, ahora, que procedáis a mi ejecución."
El oficial quedó impresionado, archivó el asunto y escribió al Señor Matsudaira: "Tenéis un valiente Samurai a vuestro servicio. Espero que lo sabréis cuidar como se merece."
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